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«Todos tropezamos muchas veces, si alguien no tropieza al menos de palabra este es varón perfecto y no tiene deficiencia en nada». Así hizo notar un sabio del siglo primero que nadie es perfecto y que equivocarse y tropezar está atado a la naturaleza humana. Admitámoslo, nadie puede decir de sí mismo (en un estado mental de lucidez) que sea «perfecto» o que «no tiene deficiencia en nada».
Y entre los millones y millones de seres humanos estoy yo también, otra más que tropieza y tropieza mucho y contra bastantes cosas y de vez en cuando dos veces en el mismo lugar. Y uno de esos tropiezos me ha motivado hoy a escribir algo personal en mi blog de comunicación que se suponía que no iba a hablar jamás de temas personales. Como sea, me parece que esta es una buena lección para quienes la lean y para mí misma que seguro la releeré después desde otro ángulo.
Todos tenemos metas y sueños de todo tipo pero lo que ahora he tenido que aprender tropezando es que uno debe tener claras sus prioridades si desea alcanzar esos sueños y metas y que si uno acomoda el resto de cosas en su vida a esas prioridades, pues todo marcha bien y hay más probabilidad de éxito que cuando uno deja las cosas al azar o se deja deslumbrar por algo difuso y que no cabe en su plan de vida o simplemente deja de reflexionar de continuo en sus prioridades y se dedica a vivir de momentos.
Sin embargo también estoy viendo la veracidad de esas palabras que dicen que no es justo el que nunca falla sino el que aunque falle 7 veces (7 suele significar el número completo) se levanta, así que lo más importante de tropezar es saber levantarse, aprender de los errores y continuar adelante, corrigiendo las actitudes y acciones que le condujeron a uno a fallar y dejando atrás cualquier pensamiento vicioso que le haga perder a uno la perspectiva de sus prioridades.
Así que amigos, no permitamos que nada nos detenga en nuestro camino, ni nuestros propios tropiezos y quitémonos de en frente cualquier cosa que nuble nuestra visión o nos distraiga de ver lo que es más importante en nuestra vida. Al menos eso es lo que me he propuesto personalmente a hacer. Ya les contaré qué tal me resulta esa fórmula.
Resulta que todo ecuatoriano promedio estudia como 12-14 años de inglés en su vida: 12 años de escuela y colegio (porque desde el jardín de niños nos enseñaban) y a esto se suma la universidad donde por lo menos se debe aprobar 4-5 niveles de inglés y eso sin hablar de los cursos de inglés en los que nos inscribían los papás para ocuparnos en algo las tardes. Ahora, dado todo esto muchos se preguntan ¿por qué no hay suficientes CV’s de profesionales bilingües?… eso sin mencionar las otras muchas razones para aprender por lo menos inglés. Necesitamos exportar los muchos productos y servicios de valor agregado que se producen en Ecuador, así que definitivamente debemos empezar a aprender inglés.
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