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«Todos tropezamos muchas veces, si alguien no tropieza al menos de palabra este es varón perfecto y no tiene deficiencia en nada».  Así hizo notar un sabio del siglo primero que nadie es perfecto y que equivocarse y tropezar está atado a la naturaleza humana.  Admitámoslo, nadie puede decir de sí mismo (en un estado mental de lucidez) que sea «perfecto» o que «no tiene deficiencia en nada».

Y entre los millones y millones de seres humanos estoy yo también, otra más que tropieza y tropieza mucho y contra bastantes cosas y de vez en cuando dos veces en el mismo lugar.  Y uno de esos tropiezos me ha motivado hoy a escribir algo personal en mi blog de comunicación que se suponía que no iba a hablar jamás de temas personales.  Como sea, me parece que esta es una buena lección para quienes la lean y para mí misma que seguro la releeré después desde otro ángulo.

Todos tenemos metas y sueños de todo tipo pero lo que ahora he tenido que aprender tropezando es que uno debe tener claras sus prioridades si desea alcanzar esos sueños y metas y que si uno acomoda el resto de cosas en su vida a esas prioridades, pues todo marcha bien y hay más probabilidad de éxito que cuando uno deja las cosas al azar o se deja deslumbrar por algo difuso y que no cabe en su plan de vida o simplemente deja de reflexionar de continuo en sus prioridades y se dedica a vivir de momentos.

Sin embargo también estoy viendo la veracidad de esas palabras que dicen que no es justo el que nunca falla sino el que aunque falle 7 veces (7 suele significar el número completo) se levanta, así que lo más importante de tropezar es saber levantarse, aprender de los errores y continuar adelante, corrigiendo las actitudes y acciones que le condujeron a uno a fallar y dejando atrás cualquier pensamiento vicioso que le haga perder a uno la perspectiva de sus prioridades.

Así que amigos, no permitamos que nada nos detenga en nuestro camino, ni nuestros propios tropiezos y quitémonos de en frente cualquier cosa que nuble nuestra visión o nos distraiga de ver lo que es más importante en nuestra vida.  Al menos eso es lo que me he propuesto personalmente a hacer.  Ya les contaré qué tal me resulta esa fórmula.

El jueves de la semana pasada inicié una actividad universitaria que me gusta mucho llamada «Talleres Profesionales». Esto es una especie de modular que todos los estudiantes de todas las carreras de la Facultad de CCSS y Comunicación de la UTE tienen que experimentar por cuatro veces durante su carrera. Esta es mi cuarta vez, o sea la última y estoy melancólica por la perspectiva de terminar para siempre con esto (qué buen melodrama!). Pero la verdadera razón por la que escribo este post es porque debo dar a conocer al mundo lo que esto es (no solo para mí) sino para mi universidad, que extrañamente no comunica mucho al respecto.
Este proceso consiste en crear una empresa con un número determinado de personas de tu carrera de diferentes niveles y con ellos idear una identidad corporativa, un manual de identidad e iniciar un proceso de investigación de un cliente real para crear una propuesta de comunicación integral ganadora desde todo punto de vista para competir por los premios de la facultad y quién sabe, lograr que el cliente compre la idea. Esto ha sido súper divertido para mí porque durante mis pasados talleres me ha ido muy bien (exceptuando el primero que me jalé por seguirle a un gerente al cual no puedo describir con palabras). Lo más divertido de todo es que el más maduro, nerd, dedicado, capaz, etc. de la estructura se convierte en gerente, y por lo general es una chica o chico de no más de 22 años, menos en mi caso, que tengo 24 años.
Todo el trabajo es compartido y enfocado en la realidad vista a través de jóvenes, en su mayoría sin experiencia laborar. Esto en parte es una ventaja porque como pocos viven el mundo laboral, proponen ideas creativamente limpias y sin las restricciones que a veces uno se hace cuando empieza a trabajar (por el hecho de que pocos empiezan a trabajar en algo relacionado con su carrera) y por eso las propuestas son riquísimas y la competencia también bastante reñida. Todo esto bajo la asesoría de los profesores de la facultad. Por eso el proceso genera mucho espíritu de equipo, fomenta la sana competencia (o sea la búsqueda de la excelencia) y nos hace crecer mucho… claro, a los que tomamos en serio este tema.
En mi cuarto y final taller estoy empezando con el pie derecho creo yo, todo con mucha anticipación y buenos compañeros así que espero seguir alimentando este blog con experiencias chéveres de este proceso de competencia (porque todos competimos por el mismo cliente y por los premios de la facultad) y generación de ideas comunicacionales frescas. A que no adivinan cuál va a ser el ingrediente secreto de mis propuestas comunicacionales de este semestre…?¿

¿Quién escribe este Blog?


Soy Adriana Albán, estudio y ejerzo las Relaciones Públicas, haz clic en mi foto para conectarte conmigo en Facebook.

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